domingo, 10 de febrero de 2013

¡S.O.S! LLEGA SAN VALENTÍN


   Pi pi! Pi pi! Tiene un sms nuevo. ¿Abrir, cerrar?

   Pulso abrir:
   Hola Luna, soy Pilar. Hace unos meses hice un tuppersex contigo. Quiero algo para San Valentín, algo romántico. Mi marido y yo hace mucho que no nos dedicamos tiempo. ¿Cuando podemos vernos? Gracias.

   Contestación:
   ¿Te veo el viernes a eso de las seis? Dime sitio y me acerco con los productos.

   SMS Nuevo:
   Mejor a las seis y media para dejar a los niños con mi madre. Calle Serna número 5. 2º Gracias.

   Llegué diez minutos antes. Llamé al telefonillo y me abrieron enseguida. Subí por las escaleras con mi maleta a cuestas. Cuando llegué apenas tenía aire. Abrieron la puerta antes de que pudiera llamar al timbre y en el quicio apareció una mujer de unos 38 años con vaqueros, camiseta ancha gris y pantuflas de color rosa.

     - Hola, ¿qué tal? ¿Te ayudo?
   - No te preocupes – Yo intentaba que no se me notara mucho el sofoco intentando mantenerme erguida, hasta que se dio la vuelta para indicarme el camino y enseguida me encogí y puse mi mano en el pecho para sentir que el corazón se me salía.
     - Perdón por el desastre.
     - No te preocupes.

Había trastos por todos lados: cartas sin abrir, lápices, cargadores de móvil, juguetes, chaquetas en las sillas... Cogió la ropa de las sillas y se marchó por el pasillo de la casa a otra habitación.

       - ¿Qué quieres tomar?
     - Cualquier cosa fría.
     - ¿Coca-cola, naranja, cerveza?
     - Coca cola está bien.
     - Siéntate en el sofá. Bueno, no sé dónde prefieres que hablemos. ¿Prefieres en la mesa?

Miré la mesa y vi más cachivaches, así que rehusé la propuesta por no tener que quitar todo de encima.

      - No, no te preocupes, en la mesa pequeña me apaño.

Me senté mientras seguía mirando a mi alrededor para inspeccionar el salón. Cuando voy a las casas me gusta mirar a mi alrededor y fijarme en los detalles para saber qué tipo de persona es la que vive allí y qué productos serán los que más le pueden atraer. Aunque después de tanto tiempo he mejorado, la gente sigue sorprendiéndome y no siempre son cómo yo espero. Pilar volvió enseguida con una bandeja con dos coca-cola, dos vasos y unos aperitivos.

      - ¿Así que estuviste en uno de mis tupper?

    - Sí, fue hace unos meses, pero en aquella ocasión no compré nada. Y ahora que viene San Valentín me gustaría comprar algo para sorprender a mi marido. Él esperaba que comprara algo en aquella ocasión pero no me decidí y creo que ahora puede ser un buen momento.

      - ¿Y qué tenías pensado?

      - Quiero que sea una noche romántica. Le vamos a dejar los niños a unos amigos que van a ir al pueblo el fin de semana y tienen también dos hijos de edades parecidas a las de los nuestros. Así que por así decirlo... es nuestro primer fin de semana solos en mucho tiempo.

       - ¿Alguna vez habéis usado productos eróticos?

      - Nunca. Bueno, yo tengo un par de conjuntos de ropa interior, pero quiero que sea algo que realmente le sorprenda. No sé muy bien qué porque la verdad es que estoy perdida. Recuerdo algunos productos de los que llevaste a la reunión pero mi presupuesto es muy limitado y no creo que se adapte al precio de los productos de aquella ocasión.

        - Podemos buscar otras cosas que no tienen por qué ser las de aquella reunión.

       - Había pensado hacer una cena romántica, pintarme los labios de rojo... No sé, esas cosas que a veces salen en las películas.

        - ¿Qué presupuesto tenemos?

      - 20-25 euros. No más de 30. Es nuestro presupuesto del mes en salidas y este mes lo voy a gastar en esto. Con dos niños, una hipoteca y dos sueldos de...

Levanté la mano para que parase.

       - No tienes que darme explicaciones, cada uno se gasta lo que puede o lo que le apetece. Yo no voy a juzgarte por eso. Estoy aquí para ayudarte y hacer que una noche romántica acabe siendo una noche que no olvidéis durante mucho tiempo.

Si quieres una noche realmente romántica deberías empezar por un baño de espuma. Puedes llenar la bañera y echar sales o té de baño. Alrededor puedes poner unas velitas con fermonas que os ayuden a subir la líbido.




Después podéis tener una cena romántica en la que tú puedes llevar unos zapatos de tacón o llevar algún conjunto de lencería sexy. Es importante que la cena que prepares sea algo especial que no soláis comer a menudo. En el postre sería bueno que pusieras algo de dulce o chocolate como por ejemplo una foundie con frutas que den pie a comer de forma sexy. O podéis tomar una piruleta doble mojada en alcohol para empezar con unos juegos preliminares.





A continuación te recomiendo un masaje. Es algo que relaja, hace que mimes a tu pareja y ella a ti y además invita a explorar todo el cuerpo sin parecer grotesco o que sólo quieres tener sexo. Es muy romántico ya que a la otra persona le revitaliza física y emocionalmente. Puedes poner unos pétalos de rosa por la cama o algo de incienso. Incluso tú puedes echarte unas gotitas de perfume con fermonas para aumentar su deseo.

Puedes añadir también algún juego erótico como los talonarios o los corazones con pruebas que te hacen explorar cosas que nunca has hecho u otras que tenías olvidadas.

Por último yo utilizaría algún masajeador para dar el masaje, ya que es un aparato más discreto que un consolador pero que en algún momento si queréis, también se puede convertir en un consolador. Y si quieres un punto divertido puedes añadir un par de preservativos fluorescentes. Seguro que os reís.


A medida que le explicaba las cosas iba sacando de mi maleta un arsenal de productos o catálogos en los que le mostraba lo que le decía.

      - Pero sobre todo yo te aconsejo que busques un hilo conductor. Es decir, no es cuestión de que empieces a sacar un montón de cosas y a usar por usar. Más vale que esas cosas estén dentro de un hilo conductor.

      - No te entiendo Luna.

      - Si, lo que quiero decir es que por ejemplo podrías escribir cada uno de los momentos en un globo. 

Por ejemplo: ¿quieres acompañarme a la bañera y disfrutar de un momento de relax mientras nuestros cuerpos se rozan? Él tendría que inflar el globo para ver el mensaje y aceptar o rechazar la propuesta. En el globo número dos podrías escribirle “seguro que te mueres por probar mi cuerpo, pero eso va a tener que esperar porque antes tendrás que probar la cena que te he preparado”. Él volvería a inflar el globo y así sucesivamente. O si no quieres que sean globos puedes hacerlo con sobres que contengan cartas con los mensajes o en papelitos enrollados.

      - La verdad es que no me había parado a pensar en ello. Una vez de jóvenes le hice lo de los sobres pero con fotos.

      - Pues esto sería igual pero con mensajes eróticos. Es importante también que le pongas sobre aviso. Es decir, yo le mandaría algún mensaje ese día o le enviaría algún paquete a la oficina con alguna foto o mensaje que le hiciese pensar en clave de erotismo.

No es desvelarle lo que le espera, pero si darle un pequeño adelanto. O por ejemplo puedes mandarle algo de lo que compres, como el plumero y decirle algo así como “ponlo a buen recaudo porque esta noche te va a hacer falta”.

Al instante de recibirlo seguro que recibes una llamada o un whatsapp preguntandote qué significa eso. Tú por supuesto no puedes soltar prenda, tienes que mantener el misterio. Pero ese simple gesto o regalo ya le mantendrá todo el día pensando en la hora de llegar a casa y saber qué le tienes preparado, y más si hace tiempo que no estáis solos.

     - ¡Uf! - Pilar suspiró. - Ahora es un dilema decidir qué comprar. Me gustan un montón de cosas.

Al final de la visita Pilar había adquirido un kit muy completo para pasar un San Valentín romántico y erótico: aceite de masaje, incienso, un plumero, unos cubrepezones burlesques, polvos comestibles para los pezones y un masajeador tamaño viaje; y todo por 30 euros, el presupuesto que ella se había marcado.



PEZONERAS ROJAS DE LENTEJUELAS
FRUITY LOVE CREMA DE MASAJE SANDIA 50 ML
                         





lunes, 28 de enero de 2013

LLUVIA DE OTOÑO




     Hace unos meses, aún en otoño, quedé un viernes por la noche con unas cuantas amigas. Había sido una semana difícil en la oficina y necesitaba desahogarme con ellas, tomar un par de copas, reírme de mi cansancio…

     Quedamos en un bar de moda de la ciudad. Un sitio donde sirven buenas tapas, cerveza San Miguel y en el que se puede hablar sin tener que tragarte un micrófono para que te oigan. Aquella noche llovía, así que decidí ponerme vaqueros, un jersey color oro de cachemir con una camiseta negra debajo y unos botines de tacón para parecer más elegante. Me hice un moño alto estilo Audrey Hepburn y me pinté al estilo pin-up: raya negra con eyeliner, labios rojo, base de maquillaje clara y pestañas xxl.

     Entré en el bar con paso firme. Quería sentirme admirada por todos: chicos y chicas, pero sin ser pedante ni acabar ligando con nadie. No me apetecía dormir con alguien con el que a la mañana siguiente tuviera que mantener una conversación absurda para llenar silencios incómodos. Aquella noche iba a acompañarme mi conejito de 20 cm que hacía maravillas en menos de 3 minutos.

    Nos tomamos cinco rondas mientras despotricábamos de jefes, compañeros, hombres, vecinas… la sociedad en general. Cuando ya íbamos un poco achispadas, con los colores bien marcados y la lengua un poco suelta nos fuimos a tomar cócteles a un sitio caro, con un estilo de club de jazz al más puro estilo neoyorquino pero donde podías oír a Sabina, Adele o incluso un buen bolero, donde la música no entendía de estilos ni generaciones.

       Después del segundo cóctel y cantando casi a voz en grito, pero sin perder el estilo ni la clase, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sentí que alguien tocaba muy suavemente mi nuca. Fue una especie de soplido o caricia que no supe descifrar. Me giré y ví a un chico con vaqueros, zapatos y americana negra acercarse a un grupo de chicos y chicas para saludarles. Todos le acogieron entre abrazos, sonrisas y reprimendas cariñosas por la tardanza.

-¿Me ha tocado ese chico? –Mis amigas se miraron extrañadas.
-¿Quién?
-El chico de la chaqueta.
-La verdad es que está muy bien Luna.
-No, lo digo en serio. ¿Me ha tocado la nuca?
-¿La nuca o el culo? –Todas rieron burlonas.
-He notado como si me tocara el cuello.
-No nos hemos fijado. Pero la verdad es que el chico está muy bien.

       Desde ese momento no paré de lanzarle miradas furtivas sin éxito porque él no volvió a mirarme. El chico era muy guapo. Tenía cierto aire gamberro y misterioso y su estilo en el vestir y movimientos invitaban a querer saber más de él.

       A la media hora me acerqué a la barra a por otro cóctel. Decidí cambiar el mojito por un sex on the beach. Justo enfrente, al otro lado de la barra estaba el chico cogiendo a una chica por la cintura y susurrándole al oído mientras a mi no me quitaba ojo de encima. El camarero se acercó y me preguntó que quería. Se lo dije y a continuación le pedí un cigarro. Necesitaba darme todos los caprichos que normalmente no tenía y uno de ellos eran las drogas socialmente bien vistas: sexo, alcohol, tabaco y rock and roll.

       El camarero me dijo que no tenía tabaco pero que iba a intentar conseguirme un pitillo. La chica se marchó con una copa en la mano y el chico llamó al camarero, hablaron unos instantes, le dio un cigarrillo y a continuación el camarero vino con mi cigarro y mi copa.

- Invita el caballero.
- ¿Cómo?
- Que le invita el caballero – el camarero se volvió y le echó una mirada de reojo.

     Le miré, le sonreí tímidamente y levanté mi copa en agradecimiento. Volví con mis amigas y no paré de mirar al chico misterioso, pero nada ni una sola mirada. Se iba acercando la hora de marcharnos a pesar de que el local seguía abarrotado. Les pedí a mis amigas que me esperasen unos minutos para poder ir al baño. Saqué un papel y un boli y escribí mi dirección y una frase clara y contundente:

                                                   “En media hora, sin preguntas”.

    De camino al baño me aproximé a él e introduje el papelito en el bolsillo de su chaqueta y rocé levemente su mano para que fuera consciente de mi presencia, si es que no lo era ya.

    Cuando salí a la calle me reuní con mis amigas. Nos despedimos hasta la próxima semana prometiendo llamarnos algún día para desahogarnos. Cogí el bus que me llevaba a casa. Iba abarrotado de gente que volvía con camisas por fuera del pantalón, rímeles corridos, zapatos en la mano, etc. Vi por la ventana como empezaba a llover. Era una lluvia fina pero constante que se quedaba pegada en los cristales. Me dejé llevar por las pequeñas gotas y las seguí a través del cristal sin pensar en nada.

     Salí del autobús con un pequeño salto y me abracé por encima de la americana para darme calor. A pesar de la lluvia no corrí hacia casa, me apetecía caminar y despejarme después de tanto mojito y sex on the beach. A pocos metros del portal comencé a rebuscar en mi bolso las llaves de casa. Comencé a remover entre tanto cachivache (móvil, clínex, pintalabios, toallitas, peine y un largo etcétera de utensilios de lo que yo llamo el kit de supervivencia. Como decía una amiga si me quitan el bolso me quitan mi vida) hasta que oí una voz:

-¿Te ayudo?

      Levanté la vista y vi a mi chico de los mojitos. Tenía gotas de lluvia por la cara y una mirada penetrante que me desarmó y no dejaba lugar a dudas sobre lo que había ido a hacer allí.

-Dame diez segundos.

     Me puse de cuclillas y empecé a sacar cosas sobre mi pantalón hasta que por fin encontré las llaves. Volví a meter todo en el bolso y me puse erguida. Abrí la puerta del portal y le dejé entrar para segundos después cerrar la puerta de un culetón mientras le agarraba de la americana y le acercaba hacia mi para besarle fuertemente, sin delicadeza. Aquella noche quería sexo irreverente, escandaloso, sin decoro.

      El captó enseguida mi indirecta. Me agarró por la nuca con fuerza y me atrajo hacia él. Nuestras lenguas empezaron a entrelazarse deprisa, se movían ávidas de pasión. Sin llevar apenas ni cinco segundos me aparté un poco y busque su labio inferior, mis dientes lo apresaron y él me lo devolvió en forma de beso aún mas fuerte, atrayéndome más hacia él.
Le aparté y le miré fijamente, bajando un poco la cabeza para que mi mirada fuese aún más misteriosa y penetrante. Giré sobre nosotros y comencé a subir la escalera. Vivía en un tercero y aunque había ascensor quería ponerle más emoción a la cosa. Él intentó acercarse para besarme mientras subíamos, pero mi mano firme sobre su pecho paró sus intenciones.

        Comencé a subir las escaleras hacia atrás poco a poco. Le di el bolso para sentirme más liberada y poder utilizar mis manos más fácilmente. Comencé a quitarme horquillas del pelo para deshacerme el moño. Cuando las tuve todas en la mano agité mi cabeza hacia adelante para darle volumen a mi pelo. Apoyé mi mano en la pared mientras con la otra me recorría la cabeza desde la nuca hasta la cara para bajar hasta la boca y tocarme los labios suavemente. Seguí con el dedo mi pecho hasta el vientre donde me levanté un poco el jersey y la camiseta y le mostré mi ombligo.

-Dime com...
-Ssshhh – me puse un dedo en mis labios rojos y lo susurré despacio con voz profunda – dije que nada de preguntas.

       Me desabroché el pantalón y me bajé un poquito las braguitas para enseñarle un poquito la cadera y el vientre, dejando la mano sobre mi pubis por fuera del pantalón al tiempo que emitía un susurro de placer. Él no perdía ojo a ninguno de mis movimientos. Me recorría con la mirada llena de deseo, de ganas, de celos por no poder tocar lo que yo tocaba.


   Llegamos al tercer piso. Abrí la puerta de mi apartamento y entré quitándome la chaqueta y tirándola en el suelo. En menos de una décima de segundo y sin que me diese tiempo a reaccionar me apretó contra la pared.

-Me he cansado de ser bueno.

      Comenzó a besarme el cuello y a darme pequeños mordiscos en la oreja mientras yo gemía de placer. Le arranqué la chaqueta comencé a desabrocharle la camisa. No quería preliminares solo sexo del bueno, de ese que es tan placentero que hasta duele.

      Le desabroché un poco el pantalón mientras el me quitaba el jersey y me bajaba los pantalones y las braguitas hasta los tobillos. Saqué una pierna y le quité la camiseta, comenzamos a besarnos y a mordernos los hombros, el cuello... Sacó un preservativo de la cartera y se lo puso, y allí contra la pared del pasillo rodeando su cintura con mis piernas me penetró. Las embestidas eran fuertes y se agravaban por la cantidad de alcohol que yo llevaba en sangre. Era como flotar, como un sueño. Era algo muy placentero, pero al mismo tiempo no era capaz de disfrutarlo al cien por cien por mi estado de embriaguez.



     Fue intenso, rápido pero al mismo tiempo largo como para poder enterarme de cada movimiento, de cada gemido, de su miembro fuerte y duro dentro de mi. Las primeras veces fueron más dolorosas pero a medida que él entraba en mi yo estaba más mojada y el dolor daba paso al placer.

      No recuerdo si fueron quince o veinte minutos, a mi me parecieron suficientes. Después de eso, le invité a ducharse conmigo, y a dormir un par de horas con la condición de que cuando yo me despertara él no estuviese allí. No me apetecía que se quedara, pero me parecía cruel echarle sin más. Él me pidió un segundo asalto, pero yo no estaba para esos trotes, eran las seis de la mañana y quería dormir y que se me quitase el dolor de cabeza.

       Fui a la cocina, me tomé un vaso de leche caliente y una aspirina y le invité a otro a él. No aceptó. Simplemente se despidió con un beso y un “ha sido un placer”. Cogió su chaqueta y se marchó dejándome en el silencio de mi casa que olía a sexo, a autoestima femenina y a alcohol.

       Al día siguiente todo daba vueltas y en un primer momento tuve mis dudas sobre si lo que había pasado unas horas antes era cierto. Después al mirarme en el espejo y ver un rosetón en el cuello y un par de marcas de dientes en mi hombro supe que no había sido un sueño.