lunes, 2 de enero de 2017

ÁTAME AL PLACER

El otro día estuve haciendo una visita a mi consejero sexual. Desde hace dos años el chico moreno de coleta, barba y ojos miel de la tienda erótica se ha convertido en mi asesor sexual. Fui a verle porque me apetecía darme un capricho, uno de los buenos. No tenía muy claro lo que quería, sólo llevaba la idea de que fuese algo elegante y sofisticado.
En cuanto entré me saludó:

-Hola Luna, ¿cómo te va?
-Bien, no me puedo quejar. ¿Y tú?
-Pues como siempre.
-Orgásmico perdido, ¿no?
Emitió una risa gutural y me guiñó un ojo.
-¿Novedades?
-Los nuevos aceites de Bijoux Indiscrets. Formato y calidad de los que a ti te gustan.
-Me apetece otra cosa. El mes pasado ya me llevé el de oro de femme fatale. En mi baño no entran más botecitos.
-Pues no sé, ¿qué andas buscando?
-Algo sofisticado.
-¿Lelo?
-Había pensado en ello.
-Pasa e inspecciona tú misma. Estás en tu casa.

Me fui derecha a los juguetes. Mis ojos pasearon rápidamente por las estanterias mientras mis manos inspeccionaban lo que estos veían. Me detuve en los consoladores de Lelo. Allí estaban Mia, Gigi y demás compañeros de juego, alineados y con un diseño llamativo y elegante; esperando a que alguna mujer los eligiese como compañeros de noche.
Aunque mis deseos más salvajes me inducían a coger uno, mi mente puso un toque de cordura y me hizo esperar un poco a ver qué más había por la tienda que yo en otras ocasiones había pasado por alto.
Pasé por la sección de bondage pero tampoco allí estaba lo que buscaba. Decidí ir directamente a la de juegos, una de mis favoritas. Analicé dados, talonarios, juegos de mesa... hasta que ¡voilá! Allí estaba lo que buscaba. Un juego de nookiii con un título muy sugerente: cachetes y caricias.

-Fran, ¿qué tal está este? - Le enseñé la caja desde mi posición.
-Ah! Cachetes y caricias. Quieres ser realmente mala. 
Le guiñé un ojo mientras le sacaba la lengua de forma burlona.
-No sólo es por mi, también es por mis clientas. Hay chicas de todo tipo, no puedo testar sólo los productos más demandados. 
-Si, sí, por tus clientas claro.
-¿Podría verlo?
-Si claro. Ven.

Me acerqué al mostrador con la caja en mis manos. Fran cogió un cutter y cortó el envoltorio que lo recubría. Empezó a sacar diferentes productos.




La cajita tenía una bolsa de satén en color oro y granate que se cerraba con un lazo. Era pequeña, con dibujos de hojas y flores, parecía que fuera a romperse cuando la abrías, como si le doliese que te inmiscuyeses en su intimidad y en el regalo tan preciado que guardaba dentro.

Tenía un plumero de color rojo, oro y morado que invitaba a la imaginación a verlo recorrer el cuerpo de un buen amante que tenía los ojos vendados con el antifaz que traía. Era de color oro y satén y por supuesto llevaba un dibujo característico de la marca. La goma era ancha y también estaba forrada de la misma tela que el antifaz por lo que era difícil que se moviese de los ojos del prisionero o la prisionera.




Las ataduras eran cuatro, dos para las muñecas y otras dos para los tobillos y por supuesto estaban hechas de la misma tela. Tenían velcro para poder ajustarlas a la medida de cada persona.

Por último había un letrero para la puerta de no molestar y unas tarjetas para el amo o ama y otras para el esclavo o la esclava.


La verdad es que me quedé maravillada. No pensé que aquella pequeña bolsa de satén pudiese contener tanta maravilla. A medida que mi asesor iba sacando los productos por mi imaginación iban desfilando cada vez más imágenes de posibles amantes rendidos a mis deseos más primarios de dominación.
  • Me lo llevo.
  • Te ha gustado pillina. Es muy buen producto.
  • No seré yo, quien ponga eso en duda.

Fran metió otra vez el contenido en la caja y esta a su vez en una bolsa marrón sin ningún tipo de rótulo. Nadie que me viese con ella podría espiar los deseos más recónditos de mi mente ni saber que durante el tiempo que tardé en llegar a casa, mi imaginación repasaba las posibilidades de aquel producto. Me imaginaba a mi misma con un body de encaje, liguero a juego, medias de cristal y zapatos de aguja pronunciando las palabras mágicas a mi amante:
Átame al placer…

mientras yo quedaba a su mercé y a todo lo que su imaginación quisiera hacerme con aquellos accesorios.