viernes, 27 de abril de 2012

¿AÚN VIRGEN?




Mi nombre es Luna y esta es la historia de cómo he llegado hasta aquí. Hace unos meses me reuní con mis antiguas compañeras de universidad. Aún seguimos viéndonos a menudo para ponernos al día de nuestras vidas. Algunas están casadas, otras viven en pareja y alguna aún está soltera.

Aquel día salió el tema del sexo, tema obligado en nuestras reuniones al igual que el trabajo, la familia o los planes para vacaciones. Les hablé de mi nueva adquisición: un vibrador recargable, con forma de pintalabios de color rosa, monísimo y muy discreto, ideal para tenerlo en el último cajón del escritorio de la oficina metido en una cajita junto con un par de preservativos, toallitas íntimas, salvaslips y dos sobres de lubricante al agua con sabor.

Ellas se sorprendieron por lo atrevida que era comprando este tipo de aparatos (a pesar de que me conocen desde hace muchos años y saben que siempre he sido echada para delante, o al menos más que ellas). Les conté que lo había adquirido en mi sexshop habitual, al cual iba una o dos veces al mes a perderme entre juguetes, juegos y cosmética erótica. Les propuse hacer un tuppersex y al final de la noche ya teníamos día fijado.


Buscamos empresas que se dedicaran a ello y al final entre tanta oferta nos decidimos por una que no cobraba por hacer la reunión, ni pedía gasto mínimo de compra. Yo ya había asistido a otros tupper con mis amigas de toda la vida y la verdad no había encontrado aún ninguna asesora que me hubiese dejado con la boca abierta. En esta ocasión con mis universitarias, no fue distinto.

La chica traía una maleta con unos 30 productos y durante dos horas nos fue enseñando productos mientras iba analizándonos y viendo quién era una compradora potencial y quién no. Al final cada una salió de la reunión con una adquisición y con la sensación de habernos faltado algo más. Todas estuvimos de acuerdo en que faltaron productos y más asesoramiento por parte de ella.

Por eso estoy aquí, porque quiero ser asesora tuppersex, pero no de las aficionadas, sino de las profesionales, que seguro las hay. De esas que te hacen reir, deshinibirte, que conocen sus productos al 100%, que te hablan de sus experiencias, que son autodidactas, que son atrevidas pero sin caer en la vulgaridad, y sobre todo que saben escuchar y darte una respuesta aunque no dominen muy bien el tema.

El lunes siguiente al llegar a la oficina y comentar con mis compañeros de trabajo lo del tupper más de uno confesó que nunca había asistido a ninguno, así que me he propuesto que todos pero sobre todo las mujeres, dejemos ya de ser vírgenes en esto del tuppersex porque todas deberíamos hacer uno cada dos o tres meses como terapia psicológica, sexual, emocional...