Mi
nombre es Luna y esta es la historia de cómo he llegado hasta aquí.
Hace unos meses me reuní con mis antiguas compañeras de
universidad. Aún seguimos viéndonos a menudo para ponernos al día
de nuestras vidas. Algunas están casadas, otras viven en pareja y
alguna aún está soltera.
Aquel
día salió el tema del sexo, tema obligado en nuestras reuniones al
igual que el trabajo, la familia o los planes para vacaciones. Les
hablé de mi nueva adquisición: un vibrador recargable, con forma de
pintalabios de color rosa, monísimo y muy discreto, ideal para
tenerlo en el último cajón del escritorio de la oficina metido en
una cajita junto con un par de preservativos, toallitas íntimas,
salvaslips y dos sobres de lubricante al agua con sabor.
Ellas
se sorprendieron por lo atrevida que era comprando este tipo de
aparatos (a pesar de que me conocen desde hace muchos años y saben
que siempre he sido echada para delante, o al menos más que ellas).
Les conté que lo había adquirido en mi sexshop habitual, al cual
iba una o dos veces al mes a perderme entre juguetes, juegos y
cosmética erótica. Les propuse hacer un tuppersex y al final de la
noche ya teníamos día fijado.
Buscamos
empresas que se dedicaran a ello y al final entre
tanta oferta nos decidimos por una que no cobraba por hacer la
reunión, ni pedía gasto mínimo de compra. Yo ya había asistido a
otros tupper con mis amigas de toda la vida y la verdad no había
encontrado aún ninguna asesora que me hubiese dejado con la boca
abierta. En esta ocasión con mis universitarias, no fue distinto.
La
chica traía una maleta con unos 30 productos y durante dos horas nos
fue enseñando productos mientras iba analizándonos y viendo quién
era una compradora potencial y quién no. Al final cada una salió de
la reunión con una adquisición y con la sensación de habernos
faltado algo más. Todas estuvimos de acuerdo en que faltaron
productos y más asesoramiento por parte de
ella.
Por
eso estoy aquí, porque quiero ser asesora tuppersex, pero no de las
aficionadas, sino de las profesionales, que seguro las hay. De esas
que te hacen reir, deshinibirte, que conocen sus productos al 100%,
que te hablan de sus experiencias, que son autodidactas, que son
atrevidas pero sin caer en la vulgaridad, y sobre todo que saben
escuchar y darte una respuesta aunque no dominen muy bien el tema.
El
lunes siguiente al llegar a la oficina y comentar con mis compañeros
de trabajo lo del tupper más de uno confesó que nunca había
asistido a ninguno, así que me he propuesto que todos pero sobre
todo las mujeres, dejemos ya de ser vírgenes en esto del
tuppersex porque todas deberíamos hacer uno cada dos o tres meses
como terapia psicológica, sexual, emocional...
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